Un nuevo destino para la lana ovina: Río Cuarto innova en biofertilizantes con enfoque agroecológico

En Córdoba, donde la cadena ovina lucha por ganar escala y encontrar valor a cada componente del animal, un desarrollo tecnológico promete cambiar el destino de un subproducto históricamente relegado: la lana. Un grupo de investigadores de Río Cuarto lograron convertir ese material en un biofertilizante líquido, apuntando tanto a la sostenibilidad como a la competitividad del sector.

“La lana de oveja no es un desecho estrictamente, pero para muchos productores termina siendo un problema”, explica el Dr. Arnaldo Soltermann, Dr. en químico e integrante de la Cooperativa Initia, un spinoff surgido de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC). La cooperativa busca escalar desarrollos tecnológicos con impacto ambiental positivo, acercando soluciones de la bioeconomía al campo real.

El escenario no es casual: en la provincia de Córdoba, la producción ovina se ha orientado históricamente a la carne y la leche, con razas que no priorizan la calidad de lana. A eso se suma la falta de infraestructura para el procesamiento inicial, como centros de lavado o acopio adecuados. Como resultado, toneladas de lana quedan relegadas o no se comercializan por los bajos precios y altos costos logísticos.

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Frente a esta situación, el equipo de Initia encontró una salida innovadora: aprovechar esa lana como base para desarrollar un fertilizante orgánico. “Nuestro grupo trabaja siempre con lo que es la economía circular. Buscamos reutilizar residuos o subproductos de bajo valor y transformarlos en insumos útiles para la agricultura”, señala Soltermann.

De la esquila al cultivo
El proceso que transforma la lana en biofertilizante comienza con la esquila controlada y el posterior lavado del material para eliminar impurezas. Luego se somete a procesos de hidrólisis que rompen los polímeros de la lana, logrando una solución líquida rica en nutrientes. “La lana no es soluble en agua, pero terminamos con un producto perfectamente líquido”, detalla el investigador. A esto se le suman etapas de acondicionamiento y la incorporación de coadyuvantes, lo que permite su aplicación foliar mediante pulverización.

 

 

El resultado es un bioinsumo que aporta nitrógeno, fósforo y potasio (NPK), los tres nutrientes esenciales para el desarrollo vegetal. La primera prueba de campo será en alfalfa, donde los efectos pueden medirse rápidamente por el crecimiento del follaje. También se evalúa su uso en maíz y soja, en articulación con técnicos de INTA.

Validación técnica y escala industrial
El producto, que será presentado el próximo 30 de mayo en la Expo Otoño, durante la Jornada Ovina, todavía está en fase precompetitiva. Pero los avances son alentadores. “La idea es que los productos tengan validación técnica de su uso, su performance y su seguridad. Hemos ido muy rápido, y supongo que también esa parte la vamos a sortear”, anticipa Soltermann.

La expectativa en torno a la expo es alta. La jornada será una instancia clave para interactuar con productores ovinos, tanto como proveedores potenciales de lana como usuarios del fertilizante. “Probablemente algunos de ellos también sean productores agrícolas que necesiten este tipo de producto, y por qué no, encontrar interesados en invertir para escalar”, destaca.

Esta propuesta se inserta en un contexto donde los bioinsumos ganan terreno como herramientas claves para la sostenibilidad agropecuaria. Y al mismo tiempo, ofrece una alternativa concreta para darle valor a un subproducto ovino que hoy no encuentra mercado, en una provincia con potencial para desarrollar una cadena ovina más integrada, tecnificada y rentable.

Con iniciativas como esta, Córdoba se posiciona en el mapa de la innovación agropecuaria, demostrando que también desde lo local se pueden generar soluciones para los grandes desafíos del campo.

Por Fernanda Bireni para Valor Agregado Agro